Hace algunos días una influencer chilena, conocida como Bea Bravo, (Acevedo, 2024) saltó a la palestra al decir que “la cantidad de veces que me fui a la ducha con agua helada (…) mi papá me decía que me iba a quedar encerrada hasta que dejara de llorar” . Esto no quedó ajeno a la polémica en redes sociales, donde no sólo salieron múltiples voces a repudiar sus dichos, sino también a refutar que esto no es una medida para la desregulación emocional en niños y niñas.
Ahora bien, se ha centrado la discusión en cómo afecta a los menores sufrir este tipo de “reprimenda”, ¿pero qué ocurre con los adultos que lo vivieron y hoy en día se encuentran frente a frente con sus emociones? Este escrito va orientado a ellos: a los niños que hoy son adultos y que los metieron a la ducha helada.
¿Qué pasa a nivel sensorial cuando alguien es introducido al agua helada de forma abrupta? Centremos la atención sólo en esto, primero: se estimulan los nervios y se genera una sensación intensa, e inclusive dolorosa, para la persona. Ésta se hiperventila (respira más rápido) o bien, le cuesta respirar (aun cuando no sumerjan su cabeza). Los músculos se contraen, la piel puede sentirse como una quemadura gracias a la estimulación de las terminaciones nerviosas. A nivel hormonal: se libera adrenalina, lo que incide en la respuesta cardiovascular, y aumenta la tasa metabólica.
Imagínese lo anterior en alguien que está desregulado emocionalmente (es decir, que aún no sabe gestionar sus emociones porque aún es niño/a). En vez de disminuir un tono de expresión emocional "explosivo" o "disruptivo" puede generar el efecto contrario: mayor respuesta emocional desadaptativa. Una persona, independiente de su edad, puede sufrir pánico debido a este acto (se interpelan los 4 factores que caracterizan a una crisis/ataque de pánico: físicos, cognitivos, conductuales, emocionales). Inclusive, puede llevar a desorientarse, confundirse, o hasta disociarse.
Ahora, pensando en la adultez.
Permítaseme hablar desde la experiencia clínica: muchas veces llegan a consultar personas que tienen dificultades para conectar con sus emociones y con otros. En ocasiones, tienen “episodios bloqueados”, o de hecho, cuando sienten que sus emociones a nivel interno les desbordan, tienen conductas perjudiciales y hasta autolesivas.
¿Qué consecuencias trae en la adultez el haber vivido la “corrección por ducha fría? Falencias en mecanismos adaptativos para la regulación emocional, o inclusive, traumas. ¿Qué significa esto? Orientado a lo primero: es un proceso donde las personas influyen en las emociones que tienen, así como la forma en que las experimentan y expresan. Esto puede ser adaptativo o no. En consecuencia, guarda relación con la manera en que se gestionan las emociones.
Tanto en la adultez, como en la infancia, las emociones son una materia en desarrollo constante y dinámico. ¿Cómo son percibidas e interpretadas (a nivel “consciente”) las emociones? con la regulación y respuesta a las emociones propias y ajenas. El procesamiento emocional no sólo considera la percepción de éstas (detección), sino además su evaluación (interpretación/valoración), regulación emocional (manejo) y respuesta emocional (expresión/actuación). Así, el procesamiento emocional no es algo aislado. La evidencia muestra que la expresión tiene un papel clave en la incidencia y/o recaída sintomática de algunos trastornos de salud mental (Hooley, 2007). Consecuentemente, pensar en la regulación emocional muestra que hay formas en que las personas manejan sus emociones, y que pueden ser desadaptativas (Franz et al., 2019), aunque su objetivo sea la disminución del malestar. Elementos genéticos y ambientales (nature/nurture) son clave para determinar no sólo trastornos emocionales y conductuales, sino cómo esto interactúa con la variabilidad individual en la respuesta a los riesgos individuales (Rutter & Silberg, 2002, p.482).
Un hecho de esta envergadura quizás para algunas personas “no les generó nada”. Para otras puede llevarlos desde tener dificultades emocionales en la adultez hasta traumas. Sí, traumas. Cuando alguien sufre una experiencia a este nivel de desconcertante, la corteza prefrontal medial se “apaga”. Esto, entre otras cosas, genera dificultades para pensar y hablar. En vistas a las infancias, relacionado al desarrollo del lenguaje, aún no se puede elaborar “completamente” la experiencia psíquica como un adulto (por eso, de hecho, el abordaje con niños en terapia es fundamentalmente mediante el juego). El trauma queda inscrito en la memoria y el cuerpo, no se borra, sólo a veces se olvida, se omite, o se “repite” a través de patrones desadaptativos en la adultez.
En definitiva, muchas veces este tipo de “corrección” en los niños, ante su desregulación emocional (siendo que están aprendiendo a gestionar sus emociones recién), no sólo puede generar más desregulación en el momento, sino también secuelas a nivel vincular, relacional, cognitivo-conductual y emocionales. Quizá a la mencionada influencer “no le pasó nada” con la ducha bajo el agua fría. Ojalá, y a título personal, a muchos de mis pacientes y cercanos hoy les pudiese oír una respuesta así. Ya que, por el contrario, las secuelas emocionales y cognitivas que dejó en sus memorias esta “forma de corregir” han tenido consecuencias en su calidad de vida.
Referencias:
Acevedo, C. (2024, julio 2). Influencer aseguró que bañar a los niños con agua fría no era “una mala opción”: Anunció su retiro de las redes sociales tras masiva funa. Publimetro Chile. https://www.publimetro.cl/social/2024/07/02/influencer-aseguro-que-banar-a-los-ninos-con-agua-fria-no-era-una-mala-opcion-anuncio-su-retiro-de-las-redes-sociales-tras-masiva-funa/?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR31C627ZvGGJEkPzZEI7zk-QpCxL6HHe1CZGPj6tLjASQKtu-_-1zH6jiE_aem_pUvlLJFYUXugAbvoU2Cozg
Franz, P. J., Kleiman, E. M., & Nock, M. K. (2019). Why do people hurt themselves? Self-harm as a means to attain positive emotion. En J. Gruber (Ed.), The Oxford Handbook of Positive Emotion and Psychopathology (pp. 441-456). Oxford University Press.
Hooley, J. M. (2007). Expressed emotion and relapse of psychopathology. Annual Review of Clinical Psychology, 3(1), 329-352. https://doi.org/10.1146/annurev.clinpsy.2.022305.095236
Rutter, M., & Silberg, J. (2002). Gene-environment interplay in relation to emotional and behavioral disturbance. Annual Review of Psychology, 53 (1), 463-490. https://doi.org/10.1146/annurev.psych.53.100901.135223
Comments